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  • Foto del escritorJheovany Mejia

El nuevo estilo de vida del consumidor ecuatoriano

Actualizado: 26 abr 2020



Estamos en pleno punto de quiebre de una tenue e indeleble línea en el tiempo de nuestra existencia. En todo el mundo ya se habla de un nuevo estilo de vida una vez que salgamos del aislamiento. En este artículo abordaremos tres momentos claramente marcados en nuestra vida fruto de la llegada de un nuevo actor a nuestra existencia, el COVID-19.


ANTES. Sí, antes de la llegada de este virus, la humanidad se vanagloriaba de sus espectaculares avances tecnológicos, los ojos del mundo se posaban sobre la búsqueda de nuevas formas de vida más allá de nuestro planeta. La gente se hinchaba el pecho en su "lucha" por salvar al planeta de la contaminación y la inclemente depredación de nuestra especie sobre la tierra. Hablábamos un montón sobre el comportamiento del consumidor tecnológico, sus tendencias de consumo, tendencias de las nuevas profesiones, consumo responsable, marca personal, etc. Parecía que habíamos desarrollado una conciencia de avance gigante sobre los descubrimientos en salud, comportamiento profundo del ser humano, tecnología con inteligencia artificial que deslumbraba a cada individuo que con solo tener un smartphone, podía "casi que casi" tener al mundo en su mano.


AHORA, ahorita!. Llegó un visitante inesperado, que por lo pronto parece querer quedarse, pues no lo podemos mandar y nos está obligando a convivir, no solo con él, sino también que nos ha obligado a convivir con los nuestros. Estamos aislados, y éste aislamiento se convierte en uno de los pocos recursos de los que nos hemos podido agarrar con la esperanza de salvar a los nuestros (los más vulnerables, nuestros padres, abuelos, enfermos) y mirando de frente la inminente posibilidad de que la muerte aceche cerca de nuestros hogares. Es aquí donde aparece uno de los primeros gatillos que dispara nuestra nueva realidad. Este virus, ha pelado, como si de una cebolla se tratara, una a una las capas de aparente seguridad en la que el ser humano estaba sumergido. Creíamos que la salud y la protección "de alguna forma" estaban asegurados, pero no, todo aquello en lo que confiábamos y todo aquello que nos brindaba seguridad, desde los avances científicos, médicos y tecnológicos ya se fueron al carajo. Tenemos a un ser humano que está encarando su fragilidad, su vulnerabilidad, a tal punto que "no somos capaces de garantizar un respirador a nuestros ancianos". En Ecuador, nos vanagloriamos de la diversidad de culturas, "tenemos un país mega diverso decíamos", pero jamás lo entendimos. Es más, hasta hoy, pocos entienden que la gran mayoría de nuestra población vive al día, con trabajos informales, vive en casas sin las mínimas condiciones para una convivencia sana. Esto se notó claramente en Guayaquil, cuando su gente popular, la gente de la calle, la gente de a pie, no podía entender y tampoco cumplir un pedido, que para otros parecía ser obvio, quédate en casa dijeron, para que salves tu vida y la de los tuyos. Pero no se entendió (y se sigue sin entender) que una buena parte de la población ya estaba en labor de supervivencia antes de la llegada del COVID-19. Sumado a esto, es importante enfatizar en que pocos se dan cuenta de que el costeño es un individuo de lugares abiertos, explorador, comerciante y extrovertido, con un espíritu difícil de encerrar. Pedirle a alguien que está sobreviviendo, que se quede en casa para sobrevivir, realmente es inaudito. Para efectos de este post, solo nos queda por decir, que al parecer, todos hemos gritado que somos un país mega diverso, mega cultural, pero en la práctica muy pocos lo han entendido en profundidad. Ahora tenemos a un ecuatoriano, golpeado en lo más profundo de su espíritu, que se siente vulnerable, desprotegido y muy preocupado por lo que vendrá. Tenemos a un ecuatoriano con una economía quebrantada, un ecuatoriano desesperado por trabajar, pues eso es lo que sí le gusta hacer, trabajar!


DESPUÉS. Cuando la gente comience a salir de la cuarentena veremos a un personaje, de por si, distraído, más preocupado por trabajar y ganarse el día para sostener a su hogar que por cuidar su salud o la de los demás (so pretexto del coronavirus). Es así que es probable que en nuestro país se den fuertes brotes de coronavirus. Comenzaremos a sentir la discriminación entre aquellos que valoran la necesidad de alejarse de los "lugares de riesgo" (posibles focos de contaminación) y aquellos que están dando prioridad a su trabajo en la calle. Entrar a un centro comercial no volverá a ser lo mismo, no cualquiera podrá entrar a una tienda de ropa, no todos querrán probarse un atuendo antes de comprarlo. Se acentuará de manera importante la preferencia de comprar online, de tener servicios en el domicilio y de sentirse "cuidado y protegido". La gente sabrá que hay un "invisible terrorista" listo para infiltrarse ante el menor descuido. El consumidor buscará sentirse cuidado, protegido, seguro. La gran mayoría aceptarán que, mediante la tecnología, las autoridades realicen un seguimiento de todos sus pasos con tal de sentirse cuidados, protegidos, seguros. Observaremos lugares preferidos por el consumidor, donde los mecanismos para lograr la asepsia no reparen en garantizar una aparente invulnerabilidad. Muchos estarán tentados a salir despavoridos en busca de abrazos, pero no podrán, serán vigilados por sus vecinos, por sus amigos, por sus mismos familiares. Dar un beso en la mejilla se quedará como aquel estornudo al que se lo atranca por vergüenza. Entonces las flores y los paisajes podrán jugar un rol sanador, donde ellos sean portadores del alivio y afecto que no se puede expresar por medio de un abrazo.


QUÉ HACEMOS. Nosotros seguiremos observando a este nuevo ser humano y re-descubriendo a un consumidor nuevo, con necesidades que antes ni siquiera hubiéramos podido imaginar. Estamos descubriendo a un consumidor que busca nuevas formas de ser atendido, de ser comprendido, de ser entendido.

Es el momento de reinventarse:




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